Día de Peñón

El pasado fin de semana nos lanzamos al Peñón, uno de esos lugares que, aunque está cerca de la ciudad, te hacen sentir completamente desconectado. Llegamos alrededor de las 12 del día y desde el inicio se sentía el aire fresco, el olor a tierra húmeda y la calma de estar rodeados de árboles.

Cada quien fue encontrando su plan: yo llevé la cámara para intentar capturar algunas aves —algo que últimamente se ha vuelto mi pasatiempo favorito—, mientras que algunos amigos decidieron probar suerte con la caña de pescar. Fue divertido ver cómo se concentraban, esperando pacientemente a que algo picara. Entre bromas y risas, el rato se nos fue volando.

Otros amigos se animaron a nadar en el río y a practicar tiro con arco. Era como si cada quien se conectara con una parte distinta del lugar, pero todos compartiendo la misma tranquilidad que solo te da la naturaleza.

Ya por la tarde, preparamos una carne asada que estaba increíble. Nada como comer al aire libre después de haber pasado horas moviéndote, explorando y riendo. El sol bajaba y empezaba a caer esa luz dorada que hace que todo se vea más bonito (y claro, aproveché para tomar algunas fotos más).

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